Jaidan Idarraga: Selección 1:

Título

Hace unos años pasé una experiencia muy vergonzosa, y aunque fue bastante incomodo para mi, yo pude usar esta experiencia para crecer como una persona y madurarme. Yo tenia catorce años y estuve en mi primer año en la secundaria. La escuela que yo asistí era una secundaria de solo niños y era muy competitiva académica y atléticamente. Por esa razón yo era muy orgulloso del hecho que me escogieron para el equipo de futbol de varsity como un estudiante de primer año. Pero, aunque me escogieron para jugar en el equipo de futbol no significaba que me iban a dar minutos en la cancha. Me recuerdo de lo que me dijo uno de los estudiantes de cuarto año en la secunda practica, “Asegúrate de traer bastante capas para las fechas de juegos”. Esto me asusto porque en Rhode Island yo sabia que durante el otoño y principio de invierno hace un frio insoportable durante las noches que son cuando se jugaban los partidos. Pero esto ni era lo peor de ser el mas joven en el equipo.

Parte de ser el mas joven en equipo significa que yo estuve en cargo de traer la jarra de agua a todas las practicas y todos los partidos. Esto no era un trabajo fácil. Las jarras eran grandísimas y bien pesadas entonces con na mas llenar las yo me comenzaba a sudar. El trabajo de llenar las jarras y traer las al campo demoraba y entonces me hacia un par de minutos tarde para todas las practicas y partidos. Cuando yo llegaba al campo con todas las jarras, sudado y cansadísimo ya, el resto del equipo ya habían comenzados los ejercicios de calentamiento. Sinceramente esto no me molestaba tanto porque yo no veía importancia en participar en el calentamiento porque al fin del cabo seria muy afortunado de jugar hasta un minuto. Esto todo cambio un día cuando me entere de una noticia muy interesante.

Después de una practica en un lunes fresco, nuestros técnicos nos dijeron que el viernes de esa semana iba ver un juego añadido a esa semana. Pero este juego iba ser un amistoso contra un equipo de niñas para recaudar fondos para una fundación de Alzheimer. Con esta noticia me emocione bastante pero solamente por la razón que íbamos jugar contra niñas y como era un amistoso estaba garantizado que yo iba jugar y hasta ser titular. Esto me tuvo emocionado toda la semana porque iba tener la oportunidad de impresionar a unas chicas, y como mi escuela era de solo niños, yo vi esto como mi única oportunidad de hablar con chicas.

Cuando llego el viernes ya yo tenia un esquema para no perder me el calentamiento con las chicas. Yo llene y lleve las jarras de agua antes de tiempo para que pudiera participar en los ejercicios de calentamiento con ambos equipos. Cuando comenzaron los calentamientos, nuestros equipos corrían alrededor del perímetro del complejo deportivo de mi escuela, que estaba muy arbolado. Los árboles altos y gruesos hacían difícil que uno viera más allá de unas cincuenta yardas. Mientras todos estábamos corriendo a través de esta área boscosa, nos dimos cuenta de un perro que estaba solo cerca de los árboles. El perro era negro con piel lisa y una sonrisa simpática, entonces naturalmente todas las chicas estaban felices de ver al perro. Siendo el inmaduro buscador de atención que era, pensé que sería una buena idea ir al perro y acariciarlo para recibir una reacción de las niñas, lo cual hizo. Cuando regresé a la línea de calentamiento, me di cuenta de que el perro ahora me seguía, y yo estaba un poco asustado, pero me mantuve calmado para las chicas. Pero cuando empecé a trotar de nuevo el perro saltó hacia mí y me mordió violentamente el trasero. Tenía un dolor agonizante y no podía levantarme. Estaba tan avergonzado. Todos pararon lo que estaban haciendo para ver si yo estaba bien, incluidas las chicas y mis entrenadores. Mis padres tuvieron que llevarme al hospital para vacunarme contra la rabia, porque nadie sabía de dónde venía el perro.

Después de las vacunas muy dolorosas, pude reflexionar sobre el momento vergonzoso queme paso ese día en el campo. Me di cuenta de lo inmaduro que era para mí tratar de impresionar a las chicas que probablemente nunca volvería a ver en mi vida. Mis entrenadores no estaban enojados conmigo, pero me perdí unas dos semanas de práctica con mi lesión en el trasero, que no valió la pena. Esta experiencia me enseñó a estar siempre cómodo con quien soy y saber que nunca tengo que hacer cosas para tratar de impresionar a otras personas. Definitivamente salí de esta experiencia más maduro y cómodo en mi propia piel.