Noemí Wilson: Selección 2:

Un día triste/chistoso

Al fin llegó el día. Sentí que esperaba ya más de dos años para este día. Mi tía Bety me pregunto “¿Tienes las flores, Mimita?” “Sí”, le dije. En mis manos yo cargaba una gran cubeta lleno de flores de todos colores. Estaban un poco desordenadas o tal vez estoy acostumbrada de solo ver flores todas arregladas de un florista para situaciones como esta. Mi tía me encargó con una cubeta de flores y le encargo a mi primo Elias con las tijeras. Ella cargaba otra cubeta llena de flores de más colores y mi mamá estaba a cargo de los kleenex.

Cada minuto que paso se sentía como horas que pasaron. Después de lo que pensé que pasaron horas, oímos la bocina de un carro. El sonido significó más que “aquí está el carro!” Hoy significó que ya era el tiempo de ir al cementerio, un lugar que nunca ha sido alegre para mí. Despacio camine arriba las escaleras torcidas y viejas. Montamos al carro de una amiga buena de mi mamá, Lilita. Cuando entre al carro, lo primero que vi eran más flores. Seguimos en carro por La Calle Vieja.

Ni me podía acordar de la última vez que fui al cementerio, especialmente no el cementerio en Guatemala. Aunque ya pasaron semanas que mi mamá y yo llegamos a Guatemala, mi mamá podía esperar más para este momento. Ella de seguro no estaba lista pero yo tampoco estaba lista. No lo expresé como ella pero lo sentí cuando mi corazón latía tan rápido que no podía sentir en la garganta.

Después de unos minutos, llegamos al cementerio. Caminamos al frente donde llegamos a una tumba pintada de un color brillante como una combinación de verde y azul. Con la mamá de mi tía Bety quien se llama Doña Pola, Lilita y mi mamá, todas empezamos a arreglar las flores en frente de la tumba. Luego mi mamá dijo, “Pero Doña Pola, aquí no está mi mamá.” Inmediatamente, volvió la cabeza y le dio a mi mamá una mirada de confusión. “¿Como que alli no esta abuela?” le dije. ¿Como podría ser? Ya hacía dos años que murió mi abuela y ahora dice mi mamá que allí no está.

“Todas las lápidas están revueltas” clarifico mi mamá. En esa tumba hace tres personas: mi tío Hector, mi abuelo y mi abuela. Pasamos las primeras semanas de nuestro viaje haciendo la compra de las tres lápidas y arreglando para que alguien vaya a limpiar y pintar la tumba. Lo que pasó es que cuando mandamos a alguien a sujetar las lápidas, las puso todas al revés. La lápida de mi abuela estaba donde estaba mi tío Hector. La lápida de mi abuelo estaba donde no había nadie todavía.

Ese día nos regresamos a la casa con los ojos secos y sin lágrimas. Mi mamá y yo llegamos al cementerio preparadas a llorar por los miembros de mi familia, especialmente por mi abuela quien murió hace dos años. Ni modo dejamos las flores por la tumba pero no podíamos hablar de los lindos recuerdos o orar juntos. El tema candente de la conversación eran las lápidas mezcladas.

Lo que comenzó como un servicio conmemorativo informal cambió a un misterio. ¿Quien fue responsable por las lápidas mezcladas? Nos sentamos en el patio, yo en la hamaca como siempre.  sentamos en el patio, yo en la hamaca como siempre, y mi mamá empezó. “¡Pero yo le dije a Israel exactamente donde deberían de estar cada lápida! Mi hermano va abajo y mis padres van arriba juntos, a la par. Le dije cuantas veces y todavia lo hizo mal. ¡Y no le puedo decir naaaada porque el rápido se enoja!” Ella me explico mas y me dijo que el día del entierro de mi abuela, mi tío Israel, el hermano de mi mama, estaba bien borracho. Él estaba allí pero no estaba totalmente allí. Yo no pude ir a Guatemala ese año entonces yo tampoco le podía decir a mi mama donde deberían de estar las lápidas puestas. Aunque mi mama le dijo muchas veces donde es donde va cada lápida para que él podía decirle al hombre que iba sujetar las lápidas, todavía no recordaba por la razón que estaba borracho. Por suerte, mi tío no estaba en casa cuando llego mi mama gritando de cómo podría haber pasado esto. Cuando mi mama se enfrió después de estar tan calentada, ella decidió no decir nada a mi tío y mejor solucionar el problema por su cuenta.

Cuando tuve tiempo de regresar a ver la tumba, no fui preparada a llorar. Sentí que el tiempo para eso ya se había pasado. Después de este “tragedia” (como lo vio mi mama) siento que hay algunos errores que están destinados a suceder. En vez de pensar en este dia como el día tan triste que fui a visitar a mi abuela por la primera vez, pienso en un gran chiste que pasó por culpa de mi tío. Tal vez este “error” estaba destinado a prevenir lágrimas y provocar risas.